VIAJE A LA LUNA (Le voyage dans la lune)




Director: Georges Méliès
País: Francia
Año: 1902
Duración: 12 m. y 30 seg.






Film realizado por Georges Méliès (1861-1938), en el que interviene como productor, guionista, actor, director de fotografía y creador de efectos visuales.

La película constituye la primera obra de Ciencia Ficción, con elementos tan característicos del género como las cápsulas espaciales, los viajes fuera de la atmósfera, la exploración de astros nunca vistos, descubrimientos sorprendentes y los amerizajes.

La obra rebosa imaginación, fantasía y humor, que se concretan en la forma de rostro humano que adquiere la Luna, la caída aparente de la cápsula en el lagrimal de uno de sus ojos, la observación de que son objeto desde las estrellas, la compañía que reciben de las constelaciones, el aspecto entre inocente y monstruoso de los selenitas, indefensos ante los golpes de paraguas, etc.





El tono del relato, impregnado de un amable sabor surrealista, juega con el absurdo y lo imposible, como elementos básicos de un relato fantasioso, movilizador del ensueño cinematográfico. Los cortos de la época tenían una duración aproximada de 2 minutos y trataban temas de la vida cotidiana. Méliès ensaya con éxito innovaciones de duración y de contenidos.


La fotografía se beneficia de efectos visuales muy imaginativos. El vestuario evoca reminiscencias mágicas, que sitúan el conocimiento humano en la frontera de los poderes ocultos. Los decorados sobresalen por su variedad y riqueza de detalles. El guión construye una historia fascinante y entretenida. La interpretación corre a cargo de 9 profesionales y numerosos extras, que expresan sorpresa, osadía, discusiones, temor y triunfo. La dirección se beneficia de su experiencia previa como actor teatral e ilusionista.




Viaje a la luna fue también el primer gran éxito de la productora de Melies (Star Films) aunque posteriormente tuvo que cerrar por la dura competencia de las demás productoras y nuestro director acabó trabajando en una juguetería del metro de París. Las cosas del cine.
Como la cámara se sitúa en un punto fijo, frente a los actores, Méliès elabora una cuidada composición de cada imagen al combinar decorados y actores, e incorpora, al mismo tiempo, una enorme variedad de efectos especiales (todo un portento si se piensa en la época de su realización).

El primer cuadro comienza con una reunión de astrónomos donde un profesor barbudo expone su proyecto de viajar a la luna. Idea que inicialmente desata la polémica, ya que para los científicos reunidos es una auténtica locura. Finalmente, logran ser convencidos, y se apuntan cinco miembros del comité a la aventura del sabio.

A continuación, las secuencias de la fabricación del obús en un taller, cuyo montaje es supervisado por los viajeros, y la construcción del cañón gigante que va a lanzarlo.
Y llega el día de la partida. Los aventureros entran en el citado obús que posteriormente es introducido dentro del gran cañón y lanzado al espacio.

La luna recibe el proyectil en uno de sus ojos. Tras el aterrizaje, los intrépidos aventureros salen al paisaje lunar. Tras un descanso, se introducen en una caverna con setas gigantes donde se enfrentarán a los hostiles selenitas. Tras unas escaramuzas con éstos, huyen hacia su obús situado al borde de la luna.





Uno de los héroes, al colgarse de una amarra que sale de la punta del proyectil, hace que la nave, en cuya parte trasera se ha agarrado uno de los selenitas, se despeñe hacia la tierra. Allí aterriza hundiéndose en las profundidades del mar para luego emerger. Rescatados por un barco de vapor, son recibidos triunfalmente.

En medio de desfiles y vítores, aparece, entre medias, el selenita que ha sido capturado.


La película tardó tres meses en rodarse, y costó la friolera de 10000 francos de la época. Hay que tener en cuenta de que en aquel entonces, Méliès y su Star Films eran una de las empresas más exitosas del momento, y eso le permitía al francés preparar cada obra de la única forma que él sabía: artesanalmente.







1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy interesante, amigo ferdinand. Te conozco de andar por el garito de Deia y aprecio de veras tu trabajo. El cine era pura magia, sobre todo en sus inicios. Nuestra infancia y adolescencia ha estado marcada por esas sombras de la pantalla que tanto nos han emocionado, lo mismo para reir que para llorar. Acudir a una sala de proyección siempre es un ritual solemne en el que los rayos de luz van desgranando una historia que, cuando es magnífica, es capaz hasta de convertirnos en un poco más sabios, más tiernos, e incluso más buenas personas. Enhorabuena.